Por Eduardo Zambrano
André du Bouchet nace el 7 de marzo de 1924 en París. Tras la ocupación nazi, se exilia en los Estados Unidos por casi diez años (desde 1941 hasta 1949), y es ahí donde consolida su formación de estudiante. Ya de vuelta en Francia publica su primer poemario: Air (1951). Junto con otros poetas, como fueron Yves Bonnefoy y Jacques Dupin, fundó en 1967 la revista L’Éphémère.
André du Bouchet fue poeta, ensayista, y tradujo al francés a grandes figuras como Shakespeare, Hölderlin, Joyce, Faulkner, Celan, por citar algunos personajes de la literatura inglesa y alemana.
En 1983, acreditado por su obra poética y una amplia trayectoria como traductor, André du Bouchet recibe en Francia el Premio Nacional de Poesía. Entre sus obras principales están Dans la chaleur vacante (En el calor vacante), Ou le soleil (O el sol), Rapides (Rápidos), Peinture (Pintura), Ici en deux (Aquí en dos), Tumulte (Tumulto).
En el transcurso de este apunte, se intentará señalar la obra de Bouchet con conceptos que refieren a un espacio vacío, al sinsentido de un monólogo, a los espacios en blanco (el silencio) en un papel protagónico… Y a las palabras, como algo apenas sugerido cuyo significado parece aplazarse continuamente.
Para abordar de alguna forma este apunte, diré que mis acercamientos a la obra de André du Bouchet, se dieron en tres instancias.
Primera instancia
En 1981, aquí en México, se celebró un encuentro internacional de poetas. La memoria de aquel evento quedó enmarcada en un libro: Antología del Primer Festival de Poesía Morelia 1981 (editorial Joaquín Mortiz, 1982). A la distancia puedo referir, sin exagerar, que este ejemplar fue una fuente riquísima en mi formación como lector de poesía. Desde figuras ya consagradas como Borges, o escritores que con los años se acreditarían el Nobel de Literatura: Tomas Tranströmer; junto a otras personalidades como la de Günter Grass, Vasko Popa, Ida Vitale, Allen Ginsberg, Eugénio de Andrade, Marin Sorescu, en esa diversidad de voces, ahí estaba también la propuesta poética de André du Bouchet. Ahora que regreso a ese libro, encuentro marcados estos dos poemas; las traducciones son de Ulalume González de León:
NIVELAMIENTO
Conservo la memoria del rocío sobre ese camino
en el que no estoy yo,
en la desesperación del viento
que se reanuda.
Ese cielo, en el lugar pulverizado
que el final de su soplo revela.
En la extensión,
que aún dormido frente a mí,
vuelvo a encontrar, ayer respiraba.
Huésped del suelo, como la extensión del camino que
puedo ver ahora.
Largamente me demoro en medio del día.
METEORO
La ausencia que tengo por aliento, vuelve a caer en los papeles
como nieve. Aparece la noche. Yo escribo, lo más lejos posible de
mí mismo.
Intentar escribir “lo más lejos posible de mí mismo”, pudiera interpretarse como una tentativa despersonalizada, un desasimiento de la necesidad de comunicar algo; en cualquier otra instancia del lenguaje esto podría ser un despropósito, pero en poesía, los significados pueden reducirse a tal grado de crear un vacío donde los silencios, los espacios en blanco, parecieran enraizar.
Segunda instancia
Desde aquel Festival de Poesía en Morelia, el otrora joven escritor Jorge Esquinca, sigue la trayectoria de André du Bouchet; muchos años más tarde, en el 2005, habría de traducir y publicar una antología del poeta francés: Araire, en la Editorial Aldus. Esquinca explica el título del libro:
La palabra francesa araire, que significa literalmente arado, está en el título de un poema de André du Bouchet. Al pronunciarla, hace pensar en la solidez de esta sencilla herramienta que abre un surco en la tierra. El lector de nuestra lengua, puede leer esta palabra como si se tratase de un nuevo vocablo en español, algo que convoca los verbos arar, ir, y el elemento aire.
La propuesta que se hace desde esta poética, es un ejercicio de desasimiento en la fugacidad subjetiva de un monólogo, un intento, como se sugiere en algunas aproximaciones, de captar con imágenes dispersas el vacío o lo invisible. A continuación, transcribo su poema: “No veo casi nada”:
El papel que corto
está húmedo
la montaña casi oculta por su casulla blanca
las palabras se calman
y vuelven a encontrar
su asiento
el aire más caliente que la piel
al fin salgo
no soy yo quien talla estas calles
todo existe tan fuerte
y lejos
que puedo dejar mi mano
afuera
no veo casi nada.
Con esta antología, que reúne una muestra más amplia de la obra de Bouchet, se hace evidente también el papel protagónico que los espacios en blanco tienen en algunos textos; “Aquí en dos”, es precisamente uno de esos textos que llevan al extremo estos silencios en medio de las páginas; y como esto no puede plantearse cabalmente en este apunte, trataré de explicarme con fragmentos de otro poema, “Pintura”; de hecho la visión de la página como un lienzo en blanco es otro de los rasgos en los que se manifiesta André du Bouchet:
estoy
en el desierto de la sustancia: con -por techo-, esta
abertura azul
opaca. por el techo el día
sin abertura el resto no habrá sido más que
vestigio, recuerdo de la pintura.
en lo que se tiene bajo los pies, comprometerse. de nuevo
el olvido
surge.
hoy no puedo prescindir de la indigencia.
es
el aire quien construye. cuando afuera empujé la puerta,
de nuevo empujé la puerta azul.
yo mismo un residuo de la relación que he alcanzado. pero
bajo los ojos: nada.
la soldadura
es mundo. soldadura de lo inacabado.
soldadura
es el lugar del mundo donde yo desaparezco.
en lo interminable pongo un punto, el punto
será tierra,
rostro,
o acento.
respirar: eso no está dicho.
“entonces he visto esos girones de viento,
esos grandes discos de pan duro”.
falta:
el mundo.
Tercera instancia
Ésta la encontré apenas hace unos días en las páginas del suplemento “La Jornada Semanal” (25 de septiembre del 2022); es un artículo donde se definen los oficios del poeta como “El vacío sin nombre”, y está firmado por Philippe Cheron, quien apunta, enfatizando en la apuesta:
Es una obra… es una incitación de aprender a desprenderse, a vivir y a expresar en la contradicción, la paradoja de una proximidad distante, de una distancia que reúne.
De la muestra de poemas que se despliegan, tomé este que vuelve a insistir en una lejanía, un apartarse de uno mismo para seguir un camino que no va a ninguna parte, o peor aún, cuya extensión crece a medida que avanzamos. En efecto, es la paradoja de la proximidad distante que se mencionó líneas arriba:
Lejos del aliento
Al toparme, sin reconocerlo, con el aire, sé, ahora, descender hacia el día.
Como una voz, que, en sus propios labios, desecaría el destello.
Las tenazas de esta extensión,
perdida para nosotros,
pero hasta aquí.
Accedo a este suelo que no llega a nuestra boca,
el suelo al que abraza el rocío.
Lo que piso no se desplaza, la extensión crece.
Desde 1971, el poeta vivió poco más de treinta años en el pequeño pueblo de Truinas (sureste de Francia), donde falleció el 19 de abril de 2001. Igual esta referencia incide y es congruente con elementos recurrentes en su obra: el aire, la montaña, la blancura de la nieve que se vuelve luz en esos espacios vacíos de la página. Recordar ahora la poética de André du Bouchet es recordar también que en poesía igual se permite caminar sin rumbo fijo, sin necesidad de comunicar algo, que los pasos sugieren no un rumbo que pueda ser anunciado, sino el rumbo incierto que los lectores van a seguir cuando el poeta ya se ha perdido de vista en sus propios silencios.