Por Ricardo Damián Aguirre Garza
A tres cuadras de La Sorbona un hombre es atropellado por una camioneta. Los transeúntes comentan lo visto y llaman a una ambulancia. Ya en el cuarto de hospital, el inspector Bayard hace un breve interrogatorio al afectado, porque se supo que después del atropello alguien tomó la cartera del inconsciente. Las preguntas van de lo general a lo específico, hasta que éste deja de contestar:
¿Llevaba consigo alguna cosa de valor? No hay respuesta. […] ¿Estaba en posesión de alguna cosa de valor? ¿Cree que habrían podido robarle algo? […] Transcurren todavía unos largos segundos. Lentamente, Barthes dice no y luego desvía la cabeza.
Así comienza La séptima función del lenguaje, policial ambientado en los ochentas: el declive de la nueva filosofía francesa, donde pensadores como Foucault, Lacan o Deleuze ya han propuestos nuevas ideas a los campos de las humanidades. Donde Europa está dividida por las ideologías políticas del estado y todo tipo de comunicación está siendo reestructurada: la vida no es una novela.
Al sospechar sobre el accidente el líder de la Asamblea Nacional, Giscard, asigna el caso al inspector Bayard, hombre conservador y con nulos conocimientos sobre filosofía, quien a raíz de observar los círculos sociales de Barthes, considera pertinente la ayuda de alguien que conozca el gremio y sus temáticas: el profesor Herzog, joven estudioso de la semiología y con una fuerte ideología de izquierda.
Las pistas del detective, con ayuda de las «interpretaciones» del profesor, orillan a la investigación hacia las reuniones clandestinas del Logos Club, un lugar donde los debates son la atracción principal, pero el perspicaz uso de la retórica es lo apremiante del evento; al perdedor le amputan un dedo.
Al interactuar con figuras de talla internacional como Julia Kristeva, Umberto Eco y Louis Althusser, la investigación va dilucidando la teoría de la comunicación de Jakobson, sus funciones y los mecanismos de los que este aparato lingüístico se sirve para comunicar los mensajes enviados. Sin embargo, la trama va más allá de la teoría y propone la aparición de un nuevo elemento en la máquina de interacción, algo sumamente importe:
Es un documento vital que compromete la seguridad nacional. Utilizado de manera incorrecta, podría causar daños incalculables y poner en peligro los cimientos mismos de la democracia.
La muerte de Roland Barthes siempre se ha percibido como un suceso extraño, un accidente que truncó los próximos trabajos del semiólogo y dejó a la deriva algunos de sus investigaciones sobre la imagen, así como estudios sobre Roman Jakobson.
En La séptima función del lenguaje, Laurent Binet parte de las especulaciones del posestructuralismo para desarrollar una trama policiaca, marcadamente posmoderna, donde las grandes figuras de la filosofía contemporánea son reconocidas a partir de sus excentricidades: sátira, parodia e ironía son los elementos que caracterizan a esta «novela histórico policiaca», como podría denominarse siguiendo la estela de El nombre de la rosa.