Por Eduardo Zambrano
La tradición poética en Chiapas es vasta y prolífica, y una de esas voces que la ha fecundado con versos entrañables es la de Elva Macías. Este 10 de enero cumple 80 años. Escribo este apunte para participar de su aniversario y regresar a leerla. Y bueno, precisamente en la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, encontré lo que fuera su primer poemario: El paso del que viene, editado en 1971, cuando ella tenía 27 años. De esa publicación transcribo el destello de estos dos versos:
Paseo la mirada por el estanque
como un pez dorado lo recorro.
Es preciso recordar que la joven Elva Macías, junto al también escritor Eraclio Zepeda, residieron en Pekín por algunos años, de ahí que este poemario tenga referencias a esta instancia; el poema que cierra el conjunto es un colorido mosaico, una “Procesión”, que así se intitula, de imágenes tan festivas como deslumbrantes, cito algunos fragmentos:
Sobre Pekín sonaron los tambores.
El gong fijó en el bronce su estallido,
las sedas siderales se extendieron
y una danza encabezó la procesión:
muchachas se deslizan y esfuman como peces,
se retuercen los talles
en un lento presagio de sucesos.
Un viejo comerciante de paso pretensioso
desgaja las cuentas de un ábaco infinito.
(…)
¡Venid todos!
desfilad por esta procesión de la memoria,
resquicios de fábulas a punto de morir,
desfilad todos,
tú vendedor de estampas obscenas,
compradores de trastes en desuso,
venid al desencuentro de la calma.
Por otra parte, cabe destacar que para 1976, cuando la UNAM publica una antología de Poetisas mexicanas del siglo XX, la figura de Elva Macías ya estaba presente junto a otras diez autoras. En ese libro vienen textos de la publicación ya mencionada y de su segundo título: Círculo del sueño (INBA 1975):
Rodeas los almendros.
A tu paso
levantan el vuelo las perdices
y un jinete de alas y sombrero
te amenaza desde el cuento nocturno.
Es tu jornada silencioso juego.
Puedo decir que entré en contacto con la obra de Elva Macías a través del Material de Lectura (UNAM) que fuera y es un abrevadero invaluable para los lectores de poesía. De aquel plaquette marcado con el número 174 copio este fragmento de su poema “Ciudad exterior”:
Montañas separadas como gibas
custodian al río Perfumado.
La ciudad es un sello
al pie del paisaje.
En el embarcadero un coro de ciegos:
cauces son sus bocas.
De las cuevas de imágenes sagradas
emanan los fieles.
Así fluye el canto de los mendigos.
Una facultad distintiva en la personalidad de la poeta es que, aun manteniendo el arraigo a su tierra y tradiciones, se mueve con libertad por el mundo, independiente, observadora, y hace de sus viajes un tiempo sin tiempo. Igual transcribo de aquella publicación algunas líneas de la nota introductoria que hiciera la también poeta mexicana Elsa Cross: «Siguiendo su propio cauce natural, que no ha aceptado prisas ni imposiciones, la obra de Elva Macías discurre llena de ricos sedimentos y resonancias entrañables; hace suyo sin saberlo ese amor profundo por la tierra, por el hombre y los parajes destinados al viaje o la permanencia».
Fiel a esa trayectoria sin prisas ni imposiciones, fue como llegué a conocer a Elva Macías en el 2008, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en un Encuentro de Escritores donde nos reunimos bajo la consigna de “Palabras en el andén”. Por aquel entonces recuerdo haberle escuchado leer algunos poemas inéditos, que más tarde publicaría en su libro: De tela y papel. De formato breve, intimistas, nostálgicos, comparto ahora algunos de esos textos:
El filtro de los días
Los días se filtran,
dejan su marca de agua
en el insomnio
donde figuramos los primeros desterrados.
También se cuelan otros fantasmas
de tela y de papel,
de oro como el reloj
y mi colección de botones
El señor Tan
El señor Tan se sintió obligado a bautizar
a sus hijos y eligió nombres del santoral cristiano:
Marcos, Nicolás, Salomón, Lucrecia,
Arcadia y Carlota.
Y cuando yo iba a comprar dulces a su tienda
oía los vocablos diminutos
—macacos de su lengua—
con que acostumbraba llamarlos:
Maco, Nico, Mon, Quecha, Caya y Tota.
Volví a coincidir con Elva Macías en un homenaje que la Universidad le rindiera en el 2012. De aquel entonces, cito algunas líneas o notas de la poeta Minerva Margarita Villareal: «No es que Elva Macías tenga la facultad de la premonición, sino que sus poemas permiten leer y ubicar sucesos cotidianos en un plano ascendente hasta configurar entidades de un orden superior… En la hondura de esta poética una corriente cristalina descubre vetas que enmarcan pequeños microcosmos».
En aquel mismo evento, el poeta Gerardo Puertas Gómez hace un apunte que también me parece revelador: “Lo insignificante visible y lo invisible significante. De ellos nos habla Elva Macías en los libros que hoy se presentan”.
De aquella instancia, en lo personal, recuerdo un poema que, siendo al comienzo una hermosa estampa de la migración de aves (la poeta la reconoce como una “vía láctea de plumas”) luego, en el transcurso del mismo, aquel paisaje sume a la poeta en la reflexión (“ríos pensativos”) y en el último verso se nos regresa a una de esas preguntas de orden superior en la existencia humana. Comparto entonces los versos de este “Paso de aves”:
Corredores sin rastros en el cielo
Vía láctea de plumas
Como aluvión de flechas
los pájaros bajan al santuario
Entre bosques de niebla
manchas de agua
y ríos pensativos
El crepitar de hoja tras hoja
provee alimentos
sueños y amenazas
Y a nosotros, ¿en qué cielos nos tocará morir?
En este otro poema, que pareciera una continuación del anterior, se insiste en la imagen del vuelo… o como lo intitula la poeta: “Huella del aire”:
La tierra se desliza bajo mis pies
no toco el polvo ni la hierba
Se desvanecen fronteras y se alzan
los arcos desiguales.
Es la dicha.
Rozo en el vuelo
la hégira de las tormentas
Huella del aire soy
ola contra el viento
El último registro de publicaciones de la poeta queda en Escribir no basta, edición del año de 2016 por el Fondo de Cultura Económica. Como ella misma declarara en alguna entrevista de aquel entonces, su visión de la poesía se aclara en la temática y en imágenes: “desde Jinete en contra ha habido un cambio en mi poesía, se ha hecho más abierta, menos críptica” –aseguró.
Atendiendo a esa apertura, Elva Macías resume y asume una madurez que, sin olvidar la condición migratoria y azarosa de sus días, reconoce con una humildad conmovedora las gracias recibidas:
Bendita sea la condición
del hombre expulsado del paraíso
sólo para conocer
la gracia infinita
de la nostalgia de Dios.
Desde este inicio de año y con el afecto propio de estas líneas, le hago llegar a la poeta un abrazo por sus 80 años. La invitación a leerla quede también como un manifiesto de admiración.