Por Ander Urteaga
Entre colores fríos y cálidos, como la transpiración de la piel en el silencio de la noche, Levante se desempeña como un retrato juvenil, sonoro tanto por las risas como por los llantos que caracterizan a la edad previa a la madurez. En pocas palabras, Sofia, interpretada por Domenica Dias, es una talentosa jugadora de voleibol que descubre que está embarazada poco después de recibir la oferta de una beca académica. Lo cierto es que para ser el primer largometraje de Lillah Halla, la cinta maneja una enorme proeza técnica, sobre todo en la creación de imágenes que encuadran a los personajes en figuras que se quedan con el espectador y lo acompañan después de los créditos. Tal vez el mayor acierto de la película es que en su apartado visual, así como en la libre cotidianidad de su reparto, logra ser una obra difícil de olvidar.
Asimismo, a pesar de que el conflicto se halla dentro de Sofia, y por ella misma tenga que resolverse, la hermandad es una constante. En sus amigas, compañeras del equipo de voleibol, la protagonista recupera una fuerza faltante. Esta amistad representa un vínculo que trasciende la posibilidad de reír o llorar en compañía de alguien más, es una experiencia compartida en la cual los cuerpos están en sintonía y sienten a la par que el otro. De este modo, aunque sean todavía cuerpos en desarrollo, la hermandad los moldea en espacios de goce, seguridad y liberación ante cada muestra de afecto. Incluso al mostrarlo, la vergüenza del cuerpo se transforma en juego.
Hay una sinceridad delicada, a la vez que directa, en el modo en que Halla refleja el desarrollo sexual de Sofia de forma paralela a su embarazo, en cómo entre sus amigas el lazo de la hermandad se une al de la carne hacia un amor correspondido, emparentado visualmente con la miel, un afecto tierno por su franqueza y por la confianza que de él emana. Sin embargo, estos personajes no dejan de habitar un entorno que muchas veces se les opone, sea por barreras éticas, religiosas o políticas, por lo que resta a estas adolescentes resolver su posición y sobrevivir ante el tabú.
Finalmente, el embarazo no deseado se mantiene como una restricción sobre el cuerpo; más que el embrión, representa el conjunto de presiones que se ciernen sobre alguien que no está lista para sobrellevarlas, una joven para quien el embarazo forzado es una ruta sin escape hacia el abandono de sus aspiraciones, justo antes de llegar a ellas. Por la misma razón, la noticia conlleva un ápice de tragedia que se irá extendiendo hacia el final; no obstante, Levante no es una historia trágica, sino una descripción de la amistad en plenas tensiones de la adolescencia, así como del amor y la felicidad que se pueden hallar incluso entre largos momentos de dolor, como el beso que calma la intranquilidad con palabras de aliento.