Por Carlos Rutilo
Este 2024 se celebran los 70 años de la primera publicación de Los días enmascarados de Carlos Fuentes (1928-2012), uno de los más grandes narradores y ensayistas mexicanos de la segunda mitad del siglo xx. Quiero empezar este espacio con dicho título porque la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria de la UANL cuenta con un ejemplar de su primera edición (Los Presentes, 1954) con la siguiente dedicatoria a Alfonso Reyes: “Tu duca, tu signore, tu maestro // México, 22 Nov. 1954”.
En incontables entrevistas Fuentes reconoce la influencia que Alfonso Reyes tuvo en él tanto en su formación lectora como en su compromiso con la escritura misma, pues no puede existir una nueva literatura sin la conciencia de una tradición literaria que nos antecede, nos respalda y abre el constante diálogo con el mundo. De esta forma es que siempre encontraré valiosa la llegada de Los días enmascarados dentro de un panorama literario en el que todavía predominaban las novelas que hablaban sobre la Revolución mexicana, y todavía más que este primer libro, de un muchacho de 27 años, fuese impreso de la mano de Juan José Arreola (1918-2001), el futuro maestro de una gran camada de escritores como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Fernando del Paso, Vicente Leñero, entre otros tantos que también darán de qué hablar.
La mitad de los cuentos que forman parte de Los días enmascarados nos hablan sobre seres y personajes del mito prehispánico, y del pasado inmediato de la historia mexicana, que llegan como fantasmas a irrumpir en la realidad de personajes que creían que el pasado estaba muerto dentro de sus respectivas cotidianidades: “Chac Mool”, “Tlactocantzine, del jardín de Flandes” y “Por boca de los dioses”; la otra mitad de los cuentos utilizan la alegoría y la ciencia ficción para jugar con temas como la identidad, la política y lo efímero del presente: “En defensa de la trigolibia”, “La letanía de la orquídea” y “El que inventó la pólvora”. El tiempo es piedra fundamental para leer el libro como conjunto y también para lo que será la gran obra de Carlos Fuentes, La edad del tiempo (1985-2012):
Esa noche escuché a mis espaldas —no sabía que lo iba a escuchar por siempre— el roce de las faldas sobre el piso; camina con una nueva alegría extraviada, sus ademanes son reiterativos y delatan satisfacción. Satisfacción de carcelero, de compañía, de prisión eterna. Satisfacción de soledades compartidas. Era su voz de nuevo, acercándose, sus labios junto a mi oreja, su aliento fabricado de espuma y tierra sepultada…
Los días enmascarados se mantiene vivo en nuestros días, pues dialoga con nosotros, con los estudiantes universitarios y con quienes gozamosla literatura de lo fantástico y la literatura escrita en nuestra lengua. Como lector agradezco que obras de esta naturaleza se sigan exhibiendo al público en general; recordemos que en el acervo de Alfonso Reyes también se encuentra la Antología del cuento fantástico (Editorial Sudamericana, 1940) de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, además de las obras de Francisco Tario, Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila, entre otras. Pienso que toda biblioteca es un testimonio de la vida cultural y literaria de un país y de una lengua, pues entre sus ejemplares podemos encontrar un gran espejo de distintas realidades que nos abraza a pesar de la fragilidad del tiempo.