Por Verónica Zúñiga
“El recuerdo no es algo que uno inventa o cambia, es algo mucho más exacto que la realidad, dispuesta siempre a ser cambiada”. Con estas palabras, María Luisa Elío adentra al lector a su escritura en el libro Tiempo de llorar y otros relatos (2022), publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México, en Vindictas, una colección que busca reivindicar la obra de escritoras del siglo XX.
Elío, nacida en Pamplona, España, y exiliada en México durante su infancia después de la Guerra Civil, nos ofrece un recuento de su memoria, dando pie a interrogantes como: ¿qué hacemos cuando sentimos que ya no pertenecemos a ningún lugar?, ¿qué pasa cuando lo único que nos quedan son nuestros recuerdos más felices, pero al mismo tiempo son los más dolorosos? El libro está dividido en tres partes, donde cada una explora distintas temáticas, pero siempre apelando a este sentimiento de añoranza, no sólo de lugares, sino de personas, momentos y sentimientos.
Tiempo de llorar se puede considerar la obra más reconocida de Elío; utilizando una escritura autobiográfica, el personaje principal es María Luisa, una mujer que, acompañada de su hijo, relata su vuelta a Pamplona, después de ser exiliada en México debido a la Guerra Civil. Con saltos en el tiempo al pasado y presente, seguimos la búsqueda personal de la protagonista, no sentirse de nuevo en casa, ya no pertenecer a ningún sitio:
Y ahora me doy cuenta que regresar es irse. Es decir, que volver a Pamplona es irse de Pamplona. Al fin voy a volver donde las cosas no están ya. He vivido en el mundo exterior de mi propia cabeza, el verdadero mundo quizá, y contando poco con el mundo exterior. Ahora al fin me atrevo a regresar donde la gente ha muerto. Por eso sé que regresar es irse, irme.
En Voz de nadie, seguimos a María Luisa, una niña que relata su viaje de España a México, y las dificultades que representa adaptarse a un nuevo país. El personaje principal habla de manera cruel sobre su situación como exiliada, la pobreza, enfermedades y una nostalgia por una vida que ya no existe y que se ve presente en el cuerpo: “Papá no opinaba. Papá era tan sólo dolor, un dolor con unos ojos infinitamente verdes que lloraban”. Por otro lado, se destaca la relación con sus padres, quienes lastimados por los sucesos, tratan de crear un nuevo hogar para la familia, pero en palabras de la autora parece que “la felicidad se ha deshecho” gracias a los recuerdos de la guerra, ya nadie es el mismo. Un ejemplo es el vínculo madre e hija, cómo se volvieron dependientes una de la otra y los sentimientos de culpa por querer abandonarla:
Dejaba a mi madre dormida y salía pitando, para olvidar lo que había sido el día. Me iba al cine, a cenar, a bailar, regresaba tarde y me encontraba a mi madre despierta otra vez, en un grito de dolor, y había que volver a empezar.
La autora hace la reconstrucción de una vida destruida por la violencia, sus recuerdos se convierten en un testimonio de las mujeres españolas exiliadas a México, y al mismo tiempo continúa con una tradición literaria de escritoras españolas como Ernestina de Champourcin y Águeda Fernández, quiénes a pesar de las vicisitudes decidieron escribir una narrativa en contra del olvido de este momento histórico. Con su obra, María Luisa Elío nos muestra que la memoria puede ser cruel, porque nos enseña que ya no somos los mismos, pero que nombrar lo que nos duele es hacer nuevos discursos, crear una nueva voz.