Por Salma Barrientos
Los espectadores de Bojack Horseman, serie original de Netflix, reconocen la tensión vida-muerte desarrollada a lo largo de seis temporadas. La serie sigue las andanzas de Bojack, un caballo antropomorfo que vive de su pasado éxito televisivo en Hollywood: Horsin around. Viejo y sólo, enfrenta la vida en medio de adicciones, crisis existenciales y traumas en compañía de otros personajes complejos, tocando temas profundos mientras ensaya otro éxito en pantalla. Su mundo representa una crítica social que provoca risas a través de escenas ridículas e hilarantes.
Remontémonos a uno de los momentos más importantes de la serie: episodio 15, temporada 6, penúltimo de la serie. Capítulo nada convencional donde el espectador llega a preguntarse, ¿está alucinando, está soñando? No, Bojack está muriendo. Todo el viaje del espectador cobra valor en esa entrega, donde el protagonista pasa lista a viejos amigos que ya fallecieron, quienes representan viejos traumas y pendientes en su vida, reencuentro que culmina con una performance donde cada amigo atraviesa una puerta al más allá, consumidos por la obscuridad.
Muchos años antes, T.S, Eliot, artista estadounidense también, escribió: «la emoción en forma de arte es encontrar un correlato objetivo, (…) un conjunto de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que serán la fórmula de esa particular emoción.” Bojack Horseman dialoga con esa fórmula. Estamos frente a un episodio estimulante, lleno de detonantes gráficos que impactan la relación del significado, señales y referencias que dan pista sobre lo que sucede tras el signo, como la gotera que molesta a Bojack, la comida en sus platos, el cambio de vestuario, la decoración del fondo, etcétera.
¿Qué tiene este episodio que remueve tanto al espectador? Revisemos uno de sus pasajes. En el momento que Secretariat recita un poema, entendemos que Bojack muere ahogado en una piscina tras consumir un frasco de píldoras. Cuando trata de convencer a Bojack de lo orgulloso que está de terminar con su vida, que ese final era lo que esperaba, la poesía traiciona su seguridad: en realidad, no quiere morir. Secretariat, desesperado, resiste la oscuridad. Pero no hay vuelta atrás. Mientras tanto, física y metafóricamente, Bojack se ahoga: desesperadamente solo, “padre de nadie, esposo de nadie”. Todo se consume. Entonces resuena el verso final de T.S. Eliot: “No creo que quisieran cantarlas para mí. (…) En las habitaciones del mar nos detuvimos entre ninfas orladas con algas y racimos; pero una voz humana nos llama, y nos hundimos.”
A lo largo de la serie, Bojack se nos presenta como un indiferente, pero frente a la muerte teme perder la vida; la muerte de quienes le acompañaron fueron fugaces, pero basta un episodio para reconocer el impacto y valor de cada uno; y lo mejor de todo, el espectador fue testigo de sus historias, repleta de metas, sueños y recuerdos. Los personajes se despiden, nosotros logramos ver que vivir es complejo, de una manera hermosamente imperfecta y dolorosa. Una pregunta permanece: ¿por qué Bojack tardó tanto en entender que no quería morir? La respuesta depende de nuestros deseos y prioridades ante la vida.