La palabra que sigue
Por Rubén Esparza
para Oscar Iván Acevedo
Este es un escenario recurrente. Son las tres de la mañana. Estás despierto. Te quedaste hasta tarde pensando que no debiste haberlo dicho. Pasarás lo que queda de la noche armando planes y cartografías para la conversación que tendrá lugar mañana. Montaras escenarios: despedidas, disculpas, justificaciones; todo para que al día siguiente digas algo completamente distinto. Contradicho, te sorprenderán tus palabras. Sobre todo, la primera. Su peso. El impulso palpable. Con sueño te dirás que se trata de un problema de inspiración o aspiración, ¿pero si fuera así, de dónde vino entonces la siguiente y la siguiente? ¿de dónde la conservación del movimiento?
Me interesa la dirección que toman las cosas cuando hablamos con nosotros en medio del insomnio. Es como si nos encontráramos tirando a ciegas de un arco hacia la noche, esperando herir algún animal oscuro. Quizá sea por eso que cuando pienso en la palabra que sigue, me imagino la trayectoria que proyecta. La línea que traza el impulso de echar a andar al mundo algo propio. El camino que recorre la palabra que sigue para llegar hasta el final, mientras su parábola describe algo sobre nosotros.
En medio de la noche, pienso que esta palabra que sigue tiene que ver con el engarzarse de todos los caminos posibles, y la permutacion de las categorías gramaticales más sencillas.
Los adjetivos, por ejemplo. En su prólogo de Autobiografía de Rojo, Anne Carson realiza una consideración valiosa sobre la propiedad de los adjetivos. Tienen la función de atar cada cosa del mundo a su lugar particular, nos dice, son los cerrojos del ser. Esta aseveración encierra una idea inquietante ya que, si bien sabemos que los verbos activan al sujeto y le dan vida, los adjetivos son la clave para llevar la mirada a un objeto concreto, único, y ver, por ejemplo, que este río y no otro es de raíz plateada, y esta tarde se encuentra para siempre fuera de la dicha. Este adjetivo certero nos permite dar con el camino más directo hacia el otro. Una flecha.
A pesar de que tengamos esto en claro (la parábola, la distancia, el tino, la tensión necesaria) conviene recordar que el camino que toma la palabra que sigue, puede ser inesperado. Puede salir de algo que creíamos tener en el olvido.
Así lo sugiere Julián Herbert en Suerte de principiante, cuando relata la historia detrás del origen de un cuento de Ray Bradbury. La anécdota es como sigue: el pequeño Ray presencia un accidente que le causa una impresión imborrable, y decide guardar el suceso en uno de sus cuadernos, solo para que este momento vuelva muchos años después, a la hora de escribir. Lo que quiero decir es que puede que hayas escrito la palabra que sigue hace muchos años en algún cuaderno (el arco tenso) y que esté a punto de volver.
Encontramos algo sobre estos sustantivos que vuelven en No contiene armonías, el más reciente libro de poemas de Tedi López Mills. En él, los ejemplos de rigor, niño, niños, árbol, aparecen y se suceden por mundo, vaso, aretes y azotea. De esta sucesión —sugiere la poeta— brota la idea de que cargamos con nosotros, en algún bolsillo de la mente un listado de palabras que se encuentra en constante rotación, como una línea que abarca la mirada, o un cruce de trenes que parece interminable.
La palabra que sigue, entonces puede ser un vagón que se conecta a otros que van cargando alguna especie de significado. Sin embargo, debemos dudar sobre la naturaleza de su carga
Para el poeta y lingüista Mario Montalbetti, alejarse de la trampa del significado es esencial para pensar en la palabra que sigue. Según él, este encadenamiento en que participan las palabras es el resultado de su inútil búsqueda de significado.
Podemos verlo de dos maneras. La primera: el único objetivo de una palabra es tener significado, es decir, hacer referencia a algún objeto del mundo, en una pulsión que se conoce como clausura semántica. La segunda: mediante la característica recursiva del lenguaje, una palabra designa una serie de datos sobre una palabra, que nos llevan a otros datos, que nos llevan a otros datos, como un niño al que no le bastan las respuestas (¿qué es un perro? /un canino/ ¿qué es canino? /un animal / ¿qué es animal?… etc.). Montalbetti encuentra en ambas maneras de seguirse, de continuarse, un vicio del lenguaje.
Parecería con esto que la palabra que sigue parece entonces a una serie de galgos que corren uno detrás del otro en una pista de carreras sin alcanzar a la liebre. De esto, nos asegura Montalbetti, podemos concluir que el ejercicio de persecución de significado no está al centro del lenguaje, ya que este centro es el vacío alrededor del que corremos como perros. La palabra que sigue está desierta.
Raúl Zurita, un poeta diametralmente opuesto, reconoce este vacío, pero en donde Montalbetti ve algo de arbitrariedad, él encuentra un espacio que puede y debe ser llenado de esperanza. Para él, la clausura semántica habrá de romperse algún día en el que las palabras vuelvan a las cosas, y en que no necesitemos nada más para nombrar al mundo que el mundo.
Con un amor similar, reverdecido, que insiste hablar con la premura de la vida, Juan Gelman nos direcciona a este camino en gran parte de su obra, y en especial en un poema que escribió luego de enterarse de la muerte de su amiga, Alejandra Pizarnik. En él, nos dice que la palabra que sigue tiene que construir un mundo. Tiene que hacer un mundo para que Alejandra se quede. Un mundo para que los derrotados y aquellos que caen en abandono piensen un sol amanecido, en medio de una noche con insomnio.
La palabra que sigue alberga declaraciones urgentes como el amor. Le sigue a la despedida. Te regresa al mundo. Te devuelve al principio de esos pastizales que se mueven en algún rincón de tu infancia. Por eso no puedes dormir. Porque sabes que la palabra que sigue puede ser la última.
Rubén Esparza (1997), es músico y poeta regiomontano. Ganador del Certamen de Literatura Joven UANL 2023 en poesía. Sus poemas aparecen en las antologías Fuego Cansado (UANL, Monterrey, 2021) y Romper el Horizonte (Literatura UNAM, CDMX 2024). Fue becario del Centro de Creación Literaria Universitaria 2023 de la UANL, en donde ayudó a la fundación de la revista de creadores jóvenes de la UANL Filamento. Pertenece a la segunda generación del Diplomado de Escritura Creativa de la UNAM. Actualmente estudia su maestría de música en Bélgica. Escribe su primer libro.