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La fecunda y gozosa dispersión de un intelectual

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La fecunda y gozosa dispersión de un intelectual

Por Eduardo Zambrano

 

A finales de este mes, el próximo 30 de junio, se celebra la efeméride del poeta Philippe Jaccottet, quien a cien años de su nacimiento (en 1925) se nos despliega en una larga trayectoria como poeta, crítico literario y ensayista. Desde su infancia en Suiza, y para cuando alcanza la adolescencia, es un lector entusiasta. Al terminar la guerra viaja a Francia donde finalmente tomó residencia.

Con el paso del tiempo, el apasionado escritor se manifiesta como un intelectual que despliega sus pensamientos en diarios, apuntes, publicaciones de carácter personal y correspondencias; igual abre pasadizos (hacia distintas lenguas) traduciendo a poetas ya clásicos como Homero, Góngora, Hölderlin, y entre sus contemporáneos traduce al francés a su colega italiano, Giuseppe Ungaretti.

Dado este perfil, la obra poética de Jaccottet se presenta con una emoción contenida, un convencimiento (una verdad) templada en la desesperanza, pero sin desgarramientos; valgan estos versos de Pensamiento bajo las nubes como una muestra mínima:

 

 

—Definitivamente no creo que hagamos este viaje

a través de todos esos cielos que se irían aclarando,

empeñados en desafiar las leyes de la sombra.

No termino de vernos como águilas invisibles, girando

para siempre en torno a cimas también invisibles

por exceso de luz…

                                (No se construye la eternidad

recogiendo los vidrios rotos del tiempo. La espalda

se encorva sólo como para espigar. No vemos ya

sino la tierra labrada y los surcos del arado

a través de nuestra tumba paciente.)

 

—Es verdad que habremos visto poco el sol en estos días,

tener confianza bajo tantas nubes no es tan fácil,

la base de las montañas desprende demasiada niebla…

(Sin embargo, tendríamos que ser muy débiles

para abandonar cuando nos falta un poco de sol

y no poder llevar sobre los hombros, unas horas,

una gavilla de nubes…

Deberíamos seguir siendo muy ingenuos

para creernos salvados por el azul del cielo

o castigados por la tormenta y por la noche.)

 

La intención poética de Jaccotett es claramente del tipo intelectual, una conversación que se sabe en constante búsqueda; el poeta no deja de interrogarse acerca de la relación con el mundo más sensible que lo rodea, el poeta se sabe parte del misterio, de lo inasible, de los innombrable.

De otro libro, El paseo bajo los árboles (Cuatro Vientos Ediciones, 2011) destaco lo que comenta en una nota al margen:

 

Así pues, la poesía es ese canto que no se percibe, ese espacio en el que no se puede establecer morada, esa llave que siempre se tiene que volver a perder. Si deja de ser imperceptible, si deja de ser incierta, si deja de estar en otra parte (¿hay qué decir: si deja de no ser?), se hunde, ya no existe. Este pensamiento me ampara en las dificultades.”

 

Visto así, encontraremos en la poesía de Jaccottet un decir que trata de enfocar, precisamente, ese misterio; una palabra que, despojada de ornamento, es deliberadamente sencilla, voluntariamente ignorante… pero que se manifiesta:

 

 

LA VOZ

 

¿Quién canta allí cuando toda voz se calla?

¿Quién canta con esa voz sorda y pura

                                                  tan bello canto?

¿Será fuera de la ciudad, en Robinson, en un

jardín cubierto de nieve? ¿O es aquí muy cerca,

alguien que no sospechaba se lo escuchara?

No estemos impacientes por saberlo

pues el día no es diferentemente precedido

por el invisible pájaro. Pero hagamos solamente

silencio. Una voz sube, y como un viento de marzo

sin llanto, más bien sonriente ante la muerte.

¿Quién cantaba allí cuando se apagó nuestra lámpara?

Nadie lo sabe. Pero sólo puede oír el corazón

que no busca la posesión ni victoria.

 

 

Este poema pertenece al libro L’ignorant. Poèmes [1952-1956], su segundo poemario, una obra publicada cuando el poeta cruzaba los treinta años, y ya con una templada madurez se hacía visible.

Algunos años más tarde aparece su libro Aires (1967), que ocupa en su antología personal, preparada por el autor bajo el sello de Igitur / Poesía (2002), un espacio considerable de cerca de treinta poemas. Transcribo tres instancias donde se entrevé un espacio de claridad, de plenitud, de gozosa respiración:

 

 

Juventud, yo te consumo

con esta madera que fue verde

en el humo más claro

que haya llevado nunca el aire

Alma que por nada te asustas,

la tierra del fin del invierno

es sólo una tumba de abejas.

 

 

Árboles, tenacidad de trabajar

dando luz poco a poco a la tierra

Así el corazón que resistiendo

tal vez, purifica

 

 

En la extensión

ya nada sino montañas espejeantes

Nada sino miradas ardientes

que se cruzan

Mirlos y palomas

 

Ya hablamos de un Philippe Jaccotett que entra en la madurez a los treinta años, que cruza los cuarenta con un aire de plenitud en el oficio. Al llegar a los cincuenta, sin embargo, el poeta sufre una sensible pérdida que lo marca: Cantos de abajo responde a esa época un tanto oscura, es la batalla para sobrellevar el dolor, el duelo, la profunda reflexión para ubicarse en la realidad:

 

 

La vi derecha y ornada de encajes

como un cirio español.

Ella, como su propio cirio ya, apagado.

 

Que dura me parece de repente…

 

Dura como una piedra,

una cuña de piedra hincada sobre el día,

un hacha abriendo un corte en la albura del aire.

Y esos pájaros ciegos

que todavía cruzan el jardín, que cantan

pese a todo en la luz…

 

Ella, como su propia piedra ya,

con inútiles flores piadosas por encima

y sin nombre: oh piedra malquerida

en la albura, muy dentro, del corazón.

 

 

Con este poema se abre la referida publicación de Cantos de abajo & Nubes (Colección “El Oro de los Tigres”, UANL, 2009). En la traducción de Juan Manuel Rodríguez Tobal, los versos se siguen abriendo paso entre el sufrimiento y la desesperación del poeta:

 

Desgarra de una vez como un trapo estas sombras.

Me enderezo con esfuerzo y miro:

hay tres luces, diría.

La del cielo, la que desde lo alto del cielo

se deja caer sobre mí, se borra,

y aquella cuya sombra traza sobre la página

          mi mano.

Oh amigos que vais siendo viejos casi y lejanos,

yo intento todavía no volverme a mis huellas.

 

 

Ese intento de no volver atrás al que se refiere el poeta en los versos arriba citados y en medio de la pena, lo cumple cabalmente; sin embargo, en su libro Después de muchos años (1994) la actitud cambia, es distinta: “la ilusión de reunirse con lo que todavía lo estaría esperando” le acompañará hasta ya muy entrado el siglo XXI.

Philippe Jaccottet vivió hasta los 95 años (2021); su herencia va más allá de una obra formal (la propia y las traducciones), o de una decidida vitalidad de apuntes y correspondencias. A los cien años de su nacimiento la invitación es a formalizar un compromiso de vida con la literatura.

Finalizo este apunte y homenaje con una suerte de líneas aforísticas entresacadas de sus cuadernos, que bajo el título de La Seminación (dispersión natural de las semillas) ofrecen algunas esencias del pensador, del poeta, del hombre obsesionado con las palabras. Libro de referencia: “A través del trueno / poemas y apuntes” (Ediciones El Tucán de Virginia 2014).

 

La poesía podría estar entreverada con la posibilidad de afrontar lo insoportable.

Pájaros alimentados de gusanos. Capaces de volar a fuerza de haber comido de la tierra.

Nos parece que aún hay por todas partes estelas desperdigadas, huellas de templos.

El agua de los pensamientos: palabras para lavar el alma.

Ninguna palabra con suficiente peso ni lo bastante simple para aguantar, parece, al lado de lo innombrable, lo que se quisiera encontrar.

Queda el peligro del artificio, de una sacralización “aplicada”, laboriosa.

Poesía: entre más se comprende cómo debe hacerse, menos se consigue. El virtuosismo aparece con el vacío.

Yo con mis árboles, mis flores, no tan ignorante para ser ingenuo, harto ignorante para pasar al bando de los eruditos, de los lingüistas, mis cobardías, mi insignificancia de vida, de sangre, de palabras.

Cuervo ascendiendo con un vuelo oblicuo y paciente frente a las nubes rosas del alba.

Entender es sólo un asunto minúsculo, absolutamente insignificante.

Extraer lo mejor de mis aguas ocultas, no dejar que eso se estanque.

El atardecer amarillea, barniza los grandes follajes sombríos.

La palabra ‘gozo’: tomarse el tiempo de pensar en esta palabra.

Sorprendido de que regrese de repente.

 

 

Como lector de estos libros de Philippe Jaccottet, me uno ahora a la celebración de su palabra, que tan gozosamente nos compartió a través de su pensamiento, sus lecturas, su impulso creativo.

De su libro ya referido Paseo bajo los árboles, cierro con unas líneas donde el poeta reflexiona sobre las montañas, que por muchos años le fueron cercanas a su diario vivir; a diferencia del emblemático orgullo regio, Jaccottet visualiza estas cumbres con humildad:

 

Empezaré pues diciendo que estas montañas no tienen ninguna ambición excesiva, ningún sueño de victoria, ninguna obsesión de pureza…

¿Qué son entonces ustedes, mis montañas?

El recuerdo (que pronto será borrado) de grandes entusiasmos y el gesto abandonado de otros días.

Cuanto más pienso en ellas, más me convenzo de que el momento en que estas montañas me maravillan, es justamente cuando apenas son visibles, es su ligereza en medio de la neblina…

Vivimos en medio de sueños, de criaturas divinas que, dormidas a nuestro alrededor, respiran…

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