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Lectura de Tarot

Fotografía de Yithzack Navarro

 

Lectura de Tarot

por Yithzack Navarro

 

Ni están a la luz de las velas, ni huele a incienso. Afuera llueve, mas no hay relámpagos o truenos que puedan coincidir con la revelación de alguna carta fatídica. Amelia dice que harán la lectura de “La Llave”, dice: esta es para personas ambiguas. Lucio asiente, serio, sin despegar los ojos de la baraja. Dale tres golpes, como si estuvieras tocando una puerta. El ritual no se libra sobre una mesa a rebosar de cuarzos. Tarotista y consultante se hallan en el suelo.

Ella dispone la tirada, la estructura de ésta se asemeja a un sendero que se bifurca, al tablero de un juego de rol. Él se remite quizá, a los carteles que rezan: “Sra. Esmeralda / Limpias / Amarres / Salaciones / (No se cobra hasta ver resultados), sin embargo, Amelia no es ninguna “Sra. Esmeralda”. Ella trabaja con poca gente; así que si Lucio está aquí, expectante, de brazos cruzados y luciendo el tic nervioso de su boca, es porque lleva a cuestas una pesadilla diurna. Yo no veo el futuro. Esto… se trata de que te espejées. ¿Listo?

En la primera carta, un hombre de capa caída contempla tres copas volcadas, a sus espaldas, dos copas más permanecen de pie; a la distancia hay un río, un castillo, un puente. Lucio alza la imagen, la pone a la altura de su nariz y chasquea la lengua.

Este es tu tema: el apego al pasado, todo aquello que no estás dispuesto a dejar ir, dice Amelia, mirándole fijo, y añade: Las siguientes dos representan la dualidad respecto a este asunto. Esta, la de la izquierda, es lo que no puedes ver, el inconsciente; y esta otra, la de la derecha, es eso que sí sabes o al menos, eso que sí intuyes. Entonces…

El hierofante, sentado en su trono apunta al cielo y a su vez, sostiene un cetro ante dos personas rogando por algún tipo de favor. Eso que por lo pronto eres incapaz de dilucidar es la sabiduría, el conocimiento pleno de este arcano que funge como intermediario entre lo terrenal y lo divino. Acude a él de forma humilde, olvida lo que sabes.

¿Acudir a él? Pregunta Lucio, observando la ilustración que de cierta forma recuerda más a Vito Corleone que al Papa.

Amelia sonríe sin mostrar los dientes y devela la figura de una mujer vestida de blanco que pareciera estar sometiendo a un león, sobre su cabeza se halla una guirnalda y el símbolo del infinito. Fraterniza con tus pulsiones, mira, la cosa no va de luchar con la bestia sino de integrarla ¿Me doy a entender? Eres consciente de esta voluntad férrea ¿no? Bueno, entonces sácale provecho pero antes, contacta contigo.

Lucio se truena los nudillos, levanta la cara y se pierde atando cabos mentales.

Estás ya a mitad de trayecto y ve: el as de copas: este es tu entorno. A lo mejor te ha hecho falta llorar una pérdida, cerrar un capítulo. Tu viaje inició con un lamento así que permítete vivir el duelo.

Pero no reprimo nada, dice Lucio.

La lectura ofrece pistas, migas de pan. Las cartas poseen una narrativa. La historia de Lucio se cuenta a través de un testigo, un narrador no confiable. Se entiende que esto tenga tantos detractores; más de un cristiano tiene el descaro de escandalizarse ante símbolos ajenos a su dogma, a la vez que adora marcas de celular; y también, más de un psicólogo tacharía esto de puro “pensamiento mágico”, autoayuda barata para quien no está dispuesto a comprometerse con la terapia. Pero no es barato. Existen tarotistas, curanderos y adivinos ganando por encima del salario mínimo, algunos de ellos incluso, año con año presentan su declaración fiscal.

Detrás de Amelia se halla el único objeto de tinte esotérico en la habitación: un peinador que ha sido acondicionado como altar ostenta llaveros, monedas, flores, estampitas de deidades y un cáliz de cerámica. El espejo del mueble está cubierto con un poncho peruano, el único espejo a la redonda. El consultante comienza a removerse en el piso, voltea a todos lados, abre la boca y antes de que pueda decir algo…

¡Mira! El mago. Esta es la visión física del ser: un creador. Una vez que armonices con tu existencia serás capaz de llevar a la práctica aquello que hasta el momento es sólo un sueño, es decir, podrás traer a este plano esa quimera que te roe la mente y el espíritu. El mago es un artista; sobre su mesa hay una espada, una copa, una moneda y un basto, estos son los elementos de los cuales dispone: sus emociones, su intelecto, su conexión con la tierra y su voluntad.

Ella no le ha preguntado a Lucio nada sobre su vida amorosa o su trabajo. Algunas veces se piensa que sólo los charlatanes y los prestidigitadores leen las cartas; en parte, el cliente que busca instrucciones precisas para terminar una relación, sucumbir ante un vicio o declarar la guerra a sus hermanos a causa de una herencia, es el culpable de tal cliché.

¡Vaya! Qué bonito. Puedes relajarte.

El Sol Invictus aparece entre girasoles y un niño, montado en un caballo blanco ondea una bandera roja. Lucio ladea la cabeza y parpadea en demasía, como si algo acabara de entrarle en los ojos. La carta evoca el triunfo. Estamos a salvo.

Este es un breve vistazo a tu corazón, puede sonar muy cheesy pero así es. Amanece. Es tiempo de que te dejes deslumbrar por lo cotidiano. Sé inocente, no incrédulo. Reencuentra la novedad. Honra a la vida. Recuerda por ejemplo, la primera vez que escuchaste a tu banda favorita, o esa ocasión que algo te impactó de buena manera.

Amelia levanta una ceja y posa la uña de su dedo índice sobre “El juicio”, el penúltimo peldaño de la escalerita al cielo. Un ángel toca la trompeta, su melodía retumba en las entrañas del orbe. Los difuntos al salir de sus féretros alzan los brazos al cielo, quizá de terror, quizá de regocijo.

¿Es el apocalipsis? Cuestiona Lucio.

No te asustes, a este arcano también se le llama “Nueva Visión”. Hay personas que a veces vienen predispuestas, se les figura que “La muerte”, “El diablo” y el “Diez de Espadas” son malas cartas, pero no existe tal cosa. Son procesos, todo es cambio. ¿Qué piensas tú acerca del fin del mundo?

El mundo terminó en el año 2000, y después una vez más, en el año 2012. El mundo acaba cuando los padres o los hijos fallecen ¿No crees?

Sí. ¿Sabes? Hay ciertas ceremonias donde a uno se le entierra vivo, la idea es la resurrección.

Lucio se rasca detrás de la oreja, se frota el antebrazo y las pantorrillas.  Suspira y levanta aquella carta que corona la tirada; esa, donde una mujer con los ojos vendados balancea dos espadas sin advertir la calma del mar y la presencia de la luna.

Las espadas simbolizan la lógica, el aspecto cognitivo. Insisto, ocupas ir hacia adentro, descender al inframundo.

Ok ¿y cómo hago eso? Pregunta el consultante.

La tarotista estira las piernas y echa la espalda atrás, pareciera que se halla frente al océano, sobre un acantilado o en la cumbre de una montaña contemplando una ciudad repleta de smog. Medita, dice, deja de rehuirle a tus demonios. Después de la resignación sobrevendrá la fuerza, la magia, el fin de todas las cosas y luego, el sol.

Quizá soy de mirada estrecha, no entiendo, comenta Lucio. Al levantarse emite un gruñido. Por alguna ventana se cuela un tenue rayo de luz. Ha escampado. En silencio, contempla “La llave” a sus pies. Tal vez, desempolva anhelos y piensa en la puerta que abre dicha tirada. Él ha escuchado que algunas personas lloran durante o al final de la lectura, y al salir, corrigen su rumbo o fracasan estrepitosamente.

Una mala interpretación puede llegar a ser la ruina del rebaño. Concluye el ritual, tarotista y consultante se miran; él, parco, da las gracias; si quieres, tómale una foto. El breve flasheo de la cámara disipa las sombras; las cartas se condensan en aquella imagen de 3072 x 4096 píxeles, un souvenir, una memoria oculta, el retrato de un retrato…

 

 

 

Yithzack Navarro (Monterrey, Nuevo León, 1992) es narrador y músico de folk y blues. Egresó del diplomado en escritura creativa de la escuela NOX. Sus influencias tempranas incluyen a Jack Kerouac, Johnny Cash y Lucia Berlin.

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