Los rincones de la memoria
Por Aimé Rosales
Cuando imagino un testimonio vivo, una figura incompleta y traslucida es todo lo que aparece, semihumana, si me preguntan: una vida marcada por una experiencia individual y punzante en la historia colectiva. Se trata de un juego constante entre el recuerdo y el olvido que dejamos pasar desapercibido en la medida de que nos compete. Pero quisiera saber, cuando esa vida termine, ¿cómo accederemos a la fracción de la historia que contiene? ¿Cómo podemos invocar a los recuerdos de ese estado de reposo donde se esconden?
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En estado de memoria, de Tununa Mercado la preocupación genérica carece de importancia si queremos acercarnos al texto. Antes de clasificarlo recomiendo regresar a uno de los dones más grandes del arte: la sensibilidad. La obra destaca por su naturaleza no clasificable, navega entre el relato testimonial, el ensayo y la estampa del exilio de la propia autora durante la dictadura militar argentina (1976-1983). Desde la distancia que nos ofrece esta época podemos acceder a un escrito que registra las formas de la memoria y sus caminos para encontrarla. Tununa Mercado entrega sus recuerdos y los de otros como ella al servicio de un testimonio que guarda vigencia al día de hoy.
Reconstruirnos a partir del otro
Pienso en la identidad doblada en el equipaje que acompaña al exilio, esa que emerge del ejercicio de recordar la patria, es decir, un intento por encontrarse, de evitar la porosa acumulación de olvidos y falsas memorias, pocas veces logrado. ¿Cómo reconocerse a uno mismo, si todo cuanto somos termina esparcido en la huida y al regreso nada es nuestro, si nos sentimos ajenos a la tierra natal?
Tununa Mercado asimila su memoria a partir de sus recuerdos de Cindal, Ovidio Gondi, Pedro, León Trotski, Mario Usabiaga y su propio padre. Une las vidas de otros que no son ella, pero que han configurado su pasado, y aún ahora atraviesan su mente y sus sentidos con cada recuerdo:
“Una vida en la que cada segmento está referido a lo que dijo, hizo o señaló alguien, al mandamiento de otro surgido en el instante en que se ejerce una acción sobre la realidad, una vida así se convierte en algo religioso: se invoca, se cita, se liga o se alude; uno se transporta con todo el mundo a cuestas y si no es Mario Usabiaga el que se aparece en espíritu, será otro el que se encargue de hacerlo, con una estipulación similar”
El recuerdo del otro será siempre incompleto, acuoso en la medida que nos creamos capaces de contenerlo. Solamente podremos manejar una fracción de su totalidad, pero jamás rescataremos a un ser completo. Tununa Mercado es consciente de los dones y riesgos de la memoria, de la facilidad con que nos atamos a otros en la medida en que seguimos sintiendo las manías y expresiones que dejaron en nosotros.
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Pienso en los lugares donde se esconden los recuerdos: los rincones mohosos, los altares desbordados y los cajones con cerrojo. Un escenario desordenado en su conjunto que dejaría de serlo, si se tirara lo que no sirve, lo que carece de una función concreta ¿o será que aún puede conservarse y acumularse con el resto? Una duda constante para mí, pero me cuestiono si Tununa Mercado, desde el exilio y después de él, se preguntaría lo mismo. ¿Qué espacios fueron tomados por la memoria de una vida en constante movimiento?
Señalo al cuerpo como la diana por excelencia de nuestra memoria, testigo honesto de inicio a fin, el lugar común de partida y retorno. Tununa Mercado reconstruye sus recuerdos e identidad a partir de elementos ajenos a ella, sin embargo, irremediablemente regresa al cuerpo para despojarse del exilio y profundizar en ella misma:
“Aquí y ahora, en este recinto o unidad constituido por mí misma y mis sentidos, no se produce un ver, es decir el ejercicio común de posar una mirada sobre las cosas, sino una idea del ver que no pretende ver sino oír el ver, oír una mirada interior o, más que una mirada, una aptitud para armar el tablero radial de la conciencia, sobre el que se prenden, en la ocasión, los sonidos.”
A pesar de que Tununa Mercado explora el tema de la escritura y su propia psique individual en el texto, no quiero pasar por alto las sensaciones que rescata, un tema que parece prescindible, pero que aun así ocupa un lugar en la obra. Hablo de esa obsesión natural por sumergirse en el tacto, en la textura punzante que llama a una posesión de los sentidos; el momento justo cuando la mandíbula se intrinca en la imagen, en la necesidad (visceral) de impregnar y al tiempo dejarse absorber por la forma. O bien, la sensación de carencia, de despojo y desnudez que provoca la ropa, la imposibilidad de una visión completa de una misma, donde el cuerpo ya no es puente de goce, sino un obstáculo. A través de esas sensaciones la obra demuestra su naturaleza híbrida y latente, y donde recordamos las posibilidades de escritura como un ejercicio de exploración de la identidad y los recuerdos que la construyen.
En estado de memoria es un verdadero testimonio vivo que no se limita al recuento de memorias y hechos históricos, es la estampa de un ser humano, el ensayo de las posibilidades de recordar, sentir y sumergirse en la contemplación del exterior e interior de su persona. Un texto que vive en la medida que es escuchado, leído, sentido y vivido por sus lectores.