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Un “Cantado para nadie” donde todos nos reconocemos

Títulos disponibles en la Sala de Literatura

 

Un Cantado para nadie donde todos nos reconocemos

 

Por Eduardo Zambrano

 

El pasado 23 de enero se cumplieron 20 años de la lamentable muerte del gran poeta mexicano (y un gran promotor y traductor de la poesía lusitana) Francisco Cervantes. Nacido en Querétaro en 1938, se posicionó rápidamente entre los grandes de la literatura de nuestro país; esto fue posible (reconocible) al aparecer en la emblemática antología de Poesía en Movimiento, liderada por la voz crítica de Octavio Paz.

 

En la gran discusión epistolar y presencial de ‘Poesía en Movimiento’, Francisco Cervantes será el único autor de la antología que no ha publicado un libro al cierre de la misma. Quien puso su nombre sobre la mesa de discusión – y varios de sus poemas publicados en revistas – fue José Emilio Pacheco”.

 

Aunque esta referencia del escritor Ernesto Lumbreras puede ser meramente anecdótica, lo cierto es que en la presentación que se le hace en aquella recordada antología, se apunta lo siguiente:

 

De su poesía inicial, caracterizada por la imprecación, ha pasado a un tono que recrea el sabor de los cantares de gesta y en que trasciende cierta nostalgia no exenta de ironía.”

 

Y en efecto, esa peculiaridad de la voz que surge y parece recrear los antiguos cantares de gesta, será el tono privilegiado de su trayectoria, una obra que se inicia con La materia del tributo (1968) y Los varones señalados (1972).

Luego vendrían tres instancias clave en la trayectoria de Francisco Cervantes:

1977: recibe una beca de la Fundación Guggenheim y viaja a Portugal, donde realizaría traducciones de Fernando Pessoa y de otros poetas contemporáneos de aquel país.

1982: gana el Premio Xavier Villaurrutia y aparece su libro Cantado para nadie, que es a todas luces el momento más apreciado de su concepción poética y el que lo mantiene en la memoria de sus lectores.

1985: el Fondo de Cultura (FCE) hace una merecida recopilación de aquellos primeros tres libros, que con el título de Heridas que se alternan y bajo el amparo de nuevo material, se consolida para hacer visible la figura del poeta y su inconfundible voz.

Para ese entonces Francisco Cervantes estaba ya en plena madurez, y sus versos alcanzarían sus más logrados registros, como los que se comparten ahora:

 

 

 

CANTADO PARA NADIE

 

La cólera, el silencio,

Su alta arboladura

Te dieron este invierno.

Mas óyete en tu lengua:

Acaso el castellano,

No es seguro.

Canciones de otros siglos si canciones

Dolores los que tienen todos, aun aquellos

—Los más— mejores que tú mismo.

Y es bueno todo: el vino, la comida,

En la calle los insultos

Y en la noche tales sueños.

¿A dónde regresar si sólo evocas?

¿Amor? Digamos que entendiste y aun digamos

que tal cariño te fue dado.

Pero ni entonces ni aun menos ahora

Te importó la comprensión que no buscaste

Y es claro que no tienes,                     

Bien es verdad que no sólo a ti te falta.

La ira, el improperio,

Los bajos sentimientos

Te dieron este canto.

 

 

HERIDAS QUE SE ALTERNAN

 

Te preparas a salir,

Te habrás marchado

Antes de lo que tú quisieras

Pero después de lo que otros han deseado.

Tus pensamientos son amargos

Porque nacen, son

Heridas que se internan, heridas que se alternan

Y te amagan,

Te devuelven a ti mismo.

Pero se internan tanto

Que pronto han de cesar

Y cuando acaben

A ti será a quien habrán llevado

Más allá de todo,

 sin aceptación alguna o sin rechazo.

 

 

Aquel mismo año (1985), también en el FCE se publica Odisea de la poesía portuguesa moderna, una selección con cuidadas traducciones del ya referente obligado de Francisco Cervantes.

De aquel entonces tan celebrado a la fecha de su muerte (en el 2005) transcurren veinte años. El poeta publica otros cuatro o cinco poemarios, además de publicar una celebrada antología de Fernando Pessoa: Drama en gente, y recibe algunos reconocimientos; sin embargo, es notorio que su salud lo viene mermando y su voz se vuelve más sombría, ensimismada, cargada de un desasosiego que duda entre los extremos de toda condición humana:

 

 

NI ORGULLOSO NI HUMILDE

Dame, Señor, piedad para mí mismo

Y que mi obra te responda.

No espero comprensión de nadie

Pues la máquina humana es limitada

Y no hay otra cosa

Que ajena consistencia de aquello que desprecio

Y de igual manera me desprecia.

Al nombrarte, Señor, me nombro a mí.

No creas que no me entiendo,

Pero antes de regresar a las tinieblas

Es posible que tú quieras que te exprese al expresarme.

Si así fuera, Señor, lo estoy haciendo.

 

 

Unos meses después de que falleciera, la revista Letras Libres le dedica, en un afortunado apunte de Armando González Torres, unas líneas: ‘Francisco Cervantes: La dignidad del canto’. Me permito transcribir tres subrayados:

 

La poesía de Cervantes crea un universo de valores y un lenguaje poético único: por un lado, con su alabanza a los ideales caballerescos y guerreros, revive y redime una cultura heroica, una edad de oro del arrojo y la nobleza de corazón; por otro lado, con la actualización de moldes poéticos antiguos y con la mezcla de sus idiomas electivos —el castellano, el gallego y el portugués—, Cervantes emprende la búsqueda de una expresión en donde la sonoridad, el ritmo y la emoción trasciendan las fronteras idiomáticas y restituyan, al menos por un instante, el ideal de una unidad de la lengua.”

Desde sus primeros libros, Cervantes adopta una sintaxis y una entonación deliberadamente anacrónicas que dotan a su poesía de una insólita musicalidad, pero es tal vez en Cantado para nadie (1982) donde lleva a las mayores alturas su exaltación del canto y la mezcla de idiomas.”

Cervantes no busca en la poesía una religión o una salvación, sino simplemente una forma más digna y consciente de existir, de aceptar la fragilidad y el absurdo de la condición humana y de soportar las menguas y humillaciones del tiempo y el azar en nuestras vidas.”

 

Francisco Cervantes muere a los 67 años; al recordarle ahora en su ya veinteavo aniversario luctuoso, vuelvo a sus poemas, a ese cobijo de una escritura que (desde su personalísima voz) nos llama a cada uno y a todos en nuestra frágil condición humana.

El canto (el suyo, el nuestro) se levanta ante las contrariedades de la vida y ante las vicisitudes amorosas, pero igual está ahí el extraño presagio de que nuestra propia muerte… nos será ajena:

 

 

Breve soy, sin pecados ni arrepentimientos,

con todas las dudas habidas y por haber

en mi mente que espera la muerte de un instante

porque también es de esperar en un instante la propia muerte.

Ah, también nuestra muerte es ajena,

es nuestra sólo para que nos consolemos.

Narro esta historia para escarmiento propio,

yo, conocedor de mi paso escurridizo.

 

 

Termino con un comentario donde se manifiesta cómo los versos de Francisco Cervantes no sólo entran en nuestras vidas, sino que además adelantan sus líneas hasta nuestros sueños; Álvaro Mutis (ese gran lector y poeta) nos lo refiere con asombro:

 

Lo que deseo en estas líneas es asomarme por entre el sombrío bosque encantado de estos poemas, sin antecedente alguno entre nosotros ni posibles seguidores, para decir que Francisco Cervantes y su poesía ocupan mis vigilias e invaden mis sueños…

 

La declaración de Mutis es mucho más que un reconocimiento, es la abierta invitación a pensarnos en la poesía de Francisco Cervantes, y hacer nuestro el ‘canto del abismo’ de esos ‘huesos peregrinos’, como él mismo intituló su oficio, su razón de ser, su derrotero:

 

 

 

No sueños, no memorias.

Pido a los dioses, y lo espero,

Tan sólo el gran silencio.

Aires de mi carne, otoño lisboeta,

Aquí he llegado,

Pero cuando abandone ya tu luz,

No extrañaré ya nada de lo tuyo,

Habré distancia, y bien se sabe,

La distancia ya no duele

Menos aún si se la canta.

Oídme, oídme, oídme.

Eso pedía mas nada pido.

En el canto ensordecíme

Y fueme, por descuido,

El canto a mí llegando.

Canté, oh Hados, qué canté.

No fue mi suerte, ni mi fe,

Ni por azar, ni bajo mando

Que mi voz quiso tocar

Esas benditas piedras,

Canto estos cantos de miserias.

No son cantos ni es cantar.

Ahora, ya en paz,

Por mí rogad,

Pronto la muerte espero.

Y del secreto venero

El agua enloquecida,

El agua muerta, el agua viva.

 

Adenda:

En la Biblioteca de la Capilla Alfonsina, pueden encontrarse títulos interesantes como los siguientes:

Heridas que se alternan (recopilación de sus primeros libros, del FCE, 1985)

Los huesos peregrinos (Universidad Autónoma de Puebla, 1987)

Y la citada antología con selección y traducciones de Francisco Cervantes:

Odisea de la poesía portuguesa moderna (FCE 1985)

Donativo a la Biblioteca que se adjunta con este apunte:

Cantado para nadie / poesía completa [1972-1995]

Calixgramma, 2016

Av. Pedro de Alba s/n, Ciudad Universitaria, San Nicolás de los Garza, Nuevo León, C.P. 66455

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